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2018-01-27

Darío Núñez, El taekwondista de las mil batallas.

Fue vendedor ambulante durante su niñez, luego lustrabotas y el destino lo cruzó con un maestro de la disciplina que un par de años más tarde lo vio campeón del mundo. Un accidente le hizo perder la visión de su ojo izquierdo, pero sus ganas de superarse lo ayudaron a romper todas las barreras.

Nota publicada por Ariel Blanco en el Diario Página 12
Si te postran 10 veces te levantas, otras 10, otras 100, otras 500, no han de ser tus caídas tan violentas, ni tampoco por ley, han de ser tantas´, como si hubiese sido inspirado por los versos de Pedro Bonifacio Palacios, Almafuerte, el taekwondista Darío Núñez sabe lo que significa el sacrificio y la lucha. Vivió en un barrio humilde, de chico salió a trabajar para ayudar a su padre a llevar dinero a casa, fue feriante y también lustrabotas. El destino lo cruzó con el Taekwondo. Asumió la filosofía de vida del arte marcial. A fuerza de perseverancia, logró superar la pérdida de visión de su ojo izquierdo y consiguió consagrarse campeón del mundo.
Nació el 21 de noviembre de 1984, en San Pedro, Misiones, pero a los dos años se mudó a Puerto Iguazú. Su papá era albañil y su madre ama de casa. Es el mayor de seis hermanos. Y recuerda: ´Vivíamos con mi abuela, en su casa. Cuando murió nos mudamos. Fue una época muy difícil. Mi mamá lavaba ropa para ayudar con el puchero´. A los 7 años comenzó a trabajar con su padre en un puesto en la ´Ferinha´, en la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay. ´Vendíamos ajo, cebolla, alfajores, turrones... Había muchos brasileños que nos compraban´, recuerda. Y agrega: ´Vivíamos en ese lugar porque mi papá con el puesto sacaba más plata que como albañil. Él por las noches construía nuestra casa´.
´Había que rebuscársela. Vos sabés que cuando vendés comés. Así que hablaba mucho, era como más carismático´, asegura. Los recuerdos no dejan de fluir en su cabeza: ´Había gente que venía exclusivamente a sentarse a charlar con nosotros y nos dejaban una propina grande, por la diferencia del cambio que había entre el austral (moneda argentina del momento) y el cruzeiro (moneda brasileña). Con eso íbamos a la escuela y comprábamos un sándwich, gaseosa e invitábamos a los compañeros´.
Con humildad y con una enorme capacidad de adaptación, de cada situación Darío obtuvo una enseñanza: ´Mi papá decía que si quería una zapatilla me la tenía que ganar´. Su vida lo sumió de chico en el ambiente de los grandes. El sacrificio y el esfuerzo se volvieron parte de su personalidad. Ya más grande cambió su actividad y comenzó a ejercer el oficio de lustrabotas: ´Cuando tenía 12 años conocí al vicecónsul de Argentina, Patricio, y me propuso conseguir un lugar en el aeropuerto para lustrar zapatos. Le dije que sí. El hombre viajó a Buenos Aires y cuando volvió, a los 15 días, me trajo una cajita, habló con dos personas del aeropuerto, me llevó y empecé a lustrar zapatos´.
Uno de los transeúntes que pasó por el aeropuerto de Misiones fue el gran maestro Néstor Galarraga. ´Me acerqué y le dije si le lustraba los zapatos, pero tenía zapatillas. Así que de caradura, le dije que le lustraba el maletín. Me invitó a comer un sándwich, nos sentamos en el bar y charlamos´, cuenta Darío. ´Me dio una tarjetita con su nombre y me dijo que vaya a ver a ese alumno suyo que daba clases de Taekwondo y que él me becaba. Pero pasó un año y nunca fui. Al año siguiente, cuando volvió a viajar para tomar exámenes, lo vi en el aeropuerto y ni siquiera me acerqué porque sentía que estaba en falta´, dice mientras se ruboriza.
Galarraga le insistió y finalmente, Darío Núñez comenzó a practicar Taekwondo. El Gran Maestro le tomó los exámenes de cinturón y en mayo de 2002, Darío ya era cinturón negro y se había clasificado para el Mundial Juvenil de Argentina de ese año. Una tarde, al salir de trabajar, Darío fue a su casa: ´Me encontré con un grupo de amigos, con ellos estaba mi hermano. Fuimos a jugar a un arroyo y tuve un accidente. Estaban jugando con un rifle de aire comprimido 4,5. Apretaron el gatillo y salieron dos balines. Uno me agarra en el ojo izquierdo y perdí la vista. Estuve internado tres meses en el Hospital Santa Lucía, en Buenos Aires´, el balín había quedado alojado en su cráneo para siempre.
´Si tuviera que volver el tiempo atrás, regresaría a ese día. No iría con los chicos a jugar al agua. Pero pasó. Pasó y eso me llevó a superarme más, me llevó a ver mis adversidades y vencerlas, y hoy tengo que superar otras´, confiesa y agrega: ´La vida te lleva por diferentes caminos. Conocí a Galarraga, me mostró una posibilidad de superarme a través del Taekwondo; competí, conocí a mi mujer. Una cosa me llevó a la otra. Si de algo por ahí me arrepiento fue de haber ido a jugar con los chicos al arroyo y tener el accidente que tuve. Pero me parece que hace parte del aprendizaje. Por algo pasan las cosas, y no lo lamento. Lo tomo como un aprendizaje´.
La recuperación fue dura y larga. Exactamente dos años. Con ayuda de Galarraga y evocando al Taekwondo y sus principios (cortesía, integridad, perseverancia, autocontrol y espíritu indomable), Darío pudo salir adelante: ´Gracias al Taekwondo y a sus principios, es que me dieron ganas de perseverar y así fue que pude salir adelante tras el accidente de mi ojo. No podía llenar un vaso con una botellita de agua. Manejar la distancia era imposible´. Levantaba las piernas cuando caminaba y lo hacía como si estuviera en las nubes. En las clases lloraba de impotencia´.
Entre otras cosas, debió resignarse a no poder competir en combate. ´Me encanta la lucha. Me subo al ring y me siento el mejor del mundo. Pero me aconsejaron que no lo haga por el ojo. Uso una prótesis que en el caso de la lucha me la podría sacar. Pero el problema es el ojo derecho. Si llega a pasar algo, entonces... tengo que tener un cuidado mayor. Competí con un casco pero es dar mucha ventaja. Tiene una reja adelante, y ver con un solo ojo lo hace difícil´, aclara.
En 2004 viajó al Mundial de Corea y en 2007 vivió el momento cúlmine de su carrera, se consagró campeón del Mundo, en Birmingham: ´Viajé a Inglaterra con el mate y el uniform nada más´. ´Fue lo máximo, grité arriba del podio. Todas las finales se hacían en el cuadrilátero central y estaban sentadas a la derecha todas las autoridades del Taekwondo. Se apagaban las luces y se prendían sólo las del ring central. Cuando los cinco jueces dieron todos los resultados se me hizo eterno ver cómo el presidente de mesa empezaba a contar las notas finales. Cuando dio el resultado empecé a escuchar todo robótico alrededor y cuando me levantaron la mano salté casi dos metros y caí arrodillado del salto y me puse a llorar de felicidad. Tanto sacrificio, tanto esfuerzo. Lo cuento y se me pone la piel de gallina´.
Darío fue luego triple campeón argentino, repitió podio en el Mundial en Canadá, donde se quedó con la medalla de plata. Hoy da clases de Taekwondo ITF y tiene dos escuelas, una en Puerto Iguazú y otra en Santo Antonio, Brasil. Se prepara para el selectivo de marzo próximo, clasificatorio para el Mundial de Argentina en Tecnópolis 2018. Reconoce que no va a ser una misión fácil, porque ´el nivel de Argentina es muy alto. En los últimos dos mundiales fuimos campeones por equipos y por países. Si me clasifico quiero llegar al menos al podio. Sino, estaré como coach de mis alumnos, que van a competir. Va a ser una nueva etapa de mi vida´.
Locuaz, respetuoso, agradecido e inquieto, Darío revive los recuerdos de la misma forma en que supo cautivar a los turistas para venderle empanadas. Da la sensación que el niño que fue todavía está ahí dentro suyo. ´El barrio donde vivía y aún vive mi familia es muy necesitado, está lejos del pueblo. Casi todos mis amigos están con las drogas, con el paco; algunos están presos. Hoy gracias al Taekwondo puedo ayudar a mis hermanos y mis padres´, y confiesa: ´Este deporte te enseña a superarte a vos mismo, a vencer tus miedos y mostrarte un camino a través de sus principios y deberes para introducirte en la sociedad. Te muestra cómo defenderte y cómo superar tus adversidades´.
Núñez conoció a su mujer, Cecilia, en 2014. Era alumna suya hasta que dejó de ir a clases. Finalmente, hubo un reencuentro y ´ella me confesó que iba a la clase para verme´. La relación se fue dando y hoy son pareja. Tienen un hijo de dos años y medio: Enzo Fidel, al que el año que viene quiere llevárselo a practicar. Es que se ilusiona, tanto como con ganar el Overall, el título al mejor competidor en un Mundial.

 

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